Una reminiscencia del Doctor Samuel Johnson
A Reminiscence of Dr. Samuel Johnson, 1917 (tr. C. F. Otálora)
El Privilegio de Rememorar, aunque enredoso o soporífero, es algo generalmente permitido a los mayores; ciertamente, es frecuente que por medio de dichas Evocaciones los eventos ocultos de la Historia, y las Anécdotas menores de los Grandes, son transmitidos a la Posteridad.
A pesar de que muchos de mis lectores en ocasiones han notado y remarcado una cierta Fluidez arcaica en mi Estilo de escritura, me ha sido placentero ser visto por los Miembros de esta Generación como un Hombre joven, dada la Ficción de que nací en 1890, en Estados Unidos. Estoy ahora, sin embargo, resuelto a aliviarme de un Secreto que hasta hoy he resguardado por Aprensión a la Incredulidad; y a impartir al Público el verdadero conocimiento de mis largos años, para así satisfacer su gusto por Información auténtica de una Era con cuyos famosos Personajes me encontraba en Términos de familiaridad. Ha de saberse entonces que nací en una Finca familiar en Devonshire, en el décimo día de agosto de 1690 (o, en el nuevo Estilo Gregoriano de calendarización, el vigésimo día de agosto), por lo que este es ahora mi ducentésimo vigésimo octavo año. Al llegar pronto a Londres, vi con mirada Infantil a muchos de los celebrados Hombres de los dominios del Rey William, incluyendo al lamentado Señor Dryden, quien pasaba mucho tiempo en las Mesas de la Casa de Café Will's. Con el Señor Addison y el Doctor Swift más adelante entré bastante en confianza, y era incluso más íntimo amigo del Señor Pope, a quien conocí y respeté hasta el Día de su Muerte. Pero ya que es de mi más reciente Asociado, el finado Doctor Johnson, que deseo en este momento escribir, dejaré atrás mi Juventud para concentrarme en el presente.
Tuve Conocimiento por primera vez del Doctor en Mayo del año 1738, aunque para ese momento aún no lo conocía. El Señor Pope había apenas completado el Epílogo a su obra Satires (aquella Pieza que comienza: «Not twice a Twelvemonth you appear in Print»), y había hecho arreglos para Sacarla a la Luz. El mismo Día que se publicó esta obra, también apareció una sátira en Imitación de Juvenal, que llevaba por intitulación «London», por el entonces desconocido Johnson; hecho que conmocionó tanto a la Ciudad, que muchos Caballeros Refinados declararon que era el Trabajo de un poeta aun más grandioso que el Señor Pope. A pesar de lo que algunos Detractores han dicho sobre los ruines celos del Señor Pope, él reaccionó a los Versos de su nuevo Rival con no poco elogio, y tras haber descubierto a través del Señor Richardson quién era el Poeta, me dijo «que el Señor Johnson sería pronto deterré».
No conocí personalmente al Doctor hasta 1763, cuando nos presentó en la Taberna Mitre el Señor James Boswell, un joven Escosés de excelente familia y gran Educación, pero pobre de Astucia, cuyas Efusivas métricas yo alguna vez había revisado.
El Doctor Johnson, a mis ojos, era un relleno y regordete Hombre, en extremo mal vestido, y de desaliñado Aspecto. Lo recuerdo portando una enmarañada peluca, sin listones, para nada Empolvada y demasiado pequeña para su Cabeza. Sus ropas eran de un color café como el óxido, muy arrugadas y faltándoles más de un Botón. El rostro, demasiado rollizo como para considerarlo atractivo, estaba igualmente ajado por los Efectos de algún desorden escrofuloso, y giraba la cabeza continuamente en una especie de errática convulsión. De su Enfermedad, ciertamente, yo había escuchado con anterioridad de la boca del señor Pope, quien se había tomado la molestia de hacer las respectivas Averiguaciones.
Al tener por edad casi setenta y tres Años, diecinueve Años mayor que el Doctor Johnson (digo Doctor aunque el Título no lo adquiriría sino dos años más adelante), naturalmente esperaba que tuviera algún tipo de consideración por mi edad, y por lo tanto no me sentía intimidado por él, sensación que otros habían confesado. Al preguntarle su opinión respecto a mi favorable reseña sobre su Diccionario en The Londoner, periódica publicación de mi propiedad, respondió: «Señor, no tengo Recolección alguna de haber leído vuestra publicación, y no poseo gran Interés por las Opiniones de la Parte menos pensante de la Humanidad». Me sentí un poco más que pinchado por la Incivilidad de quien, por su estatus de Celebridad, me incitaba a buscar su Aprobación. Me aventuré entonces a replicar del mismo modo, le dije que me sorprendía que un Hombre Sensato juzgara el Intelecto de aquel cuyas Publicaciones él mismo admitía jamás haber leído. «Pero, Señor», respondió Johnson, «no requiero familiarizarme con los Escritos de un Hombre para estimar la Superficialidad de sus Logros, cuando emana de él sin esfuerzo a causa de su Avidez por mencionar sus propias Publicaciones en la primera Pregunta que me lanza.» Fue así que nos hicimos Amigos y conversamos de varios Temas. Cuando, para estar de acuerdo con él, dije que desconfiaba de la Autenticidad de los Poemas de Ossian, el Señor Johnson dijo: «Eso, Señor, no le da a vuestro Entendimiento particular Crédito; ya que aquello a lo que toda la Ciudad es sensible, no es un gran descubrimiento para un Crítico de poca monta. ¡Bien podría usted haber dicho que tiene la fuerte Sospecha de que Milton escribió El paraiso perdido!».
A partir de ese día vi a Johnson con regularidad, más frecuentemente en las Reuniones del CLUB LITERARIO, que habría sido fundado al año siguiente por el mismo Doctor, junto con el Señor Burke, el parlamentario Orador; el Señor Beauclerk, Gentilhombre de Moda; el Señor Langton, Hombre pío y Capitán de Milicia; Sir J. Reynolds, afamado Pintor; el Doctor Goldsmith, Escritor de prosa y poesía; el Doctor Nugent, suegro del señor Burke; Sir John Hawkins, el Señor Anthony Chamier, y yo. Nos reuníamos generalmente a las siete en punto de la tarde, una vez a la semana, en la Taberna Turk's-Head, en la Calle Gerrard, en Soho, hasta que esta fue vendida y transformada en Propiedad privada; tras este Evento trasladamos nuestros Encuentros sucesivamente a Prince's en la Calle Sackville, Le Tellier's en la Calle Dover, y Parsloe's y The Thatched House en la Calle de St. James. En estas Reuniones manteníamos un destacable Grado de Amistanza y Tranquilidad, que contrasta muy favorablemente con algunas de las Disensiones y Disrupciones que observo en las Asociaciones literarias y de Prensa amateur de hoy día. Esta Tranquilidad era lo más destacable, ya que había entre nosotros Caballeros de opiniones en extremo opuestas. El Doctor Johnson y yo, así como muchos otros, pertenecíamos al Partido Conservador, entonces llamado High Tory; mientras que el señor Burke pertenecía a los Whigs, que después se convertirían en el Partido Liberal, y se oponía a la Guerra de Las Colonias, muchos de sus Discursos sobre este Tema han sido ampliamente publicados. El Miembro menos agradable era uno de los Fundadores, Sir John Hawkins, quien ha desde entonces escrito varias calumnias sobre nuestra Sociedad. Sir John, un excéntrico Individuo, una vez se negó a pagar su parte en la Cuenta de la Cena ya que era su Costumbre, cuando estaba en casa, no Cenar. Luego insultó al Señor Burke de Forma tan intolerable que todos nos esforzamos Sobremanera en mostrar nuestra Desaprobación; tras dicho Incidente, no volvió más a nuestras reuniones. Sin embargo, mantuvo una relación pública con el Doctor, y era Albacea de su Testamento; aunque el Señor Boswell, y otros, tenían Razones para cuestionar la legitimidad de este Vínculo. Otros y posteriores Miembros del CLUB fueron el Señor David Garrick, actor y antiguo amigo del Doctor Johnson; Messieurs Tho. y Jos. Warton; el Doctor Adam Smith; el Doctor Percy, Autor de las «Reliquias»; el Señor Edw. Gibbon, Historiador; el Doctor Barney, Músico; el señor Malone, Crítico; y el Señor Boswell. El Señor Garrick fue Admitido solo con Dificultad; ya que el Doctor, muy a pesar de la gran Amistad, era siempre efusivo al expresar su desprecio por el Escenario y Todo lo relacionado con este. Johnson, ciertamente, tenía el extremadamente singular Hábito de hablar a favor de Davy cuando otros estaban en su contra, y de argumentar en su contra cuando otros estaban a su favor. No tengo Duda de que sinceramente amaba al Señor Garrick, ya que nunca se refería a él del mismo modo que lo hacía de Foote, quien era un Camarada bastante vulgar a pesar de su Genio cómico. El Señor Gibbon no era para nada del agrado general, tenía una odiosamente procaz Manera que ofendía incluso a aquellos de nosotros que más admirábamos sus Publicaciones Históricas. El Señor Goldsmith, un Hombre pequeño, ufano en su Vestir y en extremo deficiente en Brillantez de Conversación, era particularmente mi Favorito; ya que yo era igualmente incapaz de brillar en mi Discurso. Él estaba ampliamente celoso del Doctor Johnson, aunque no por eso dejaba de agradarle y respetarlo. Recuerdo una vez a un Extranjero, un Alemán, creo, que nos acompañaba; y mientras Goldsmith hablaba, observó que el Doctor se preparaba para decir algo. Al ver Inconscientemente a Goldsmith como una mera Molestia al compararlo con aquel otro gran Hombre, el extranjero lo interrumpió bruscamente y expresó su continua Hostilidad espetando, «¡Calla, el Dogtog Yonson va a hablag!».
En esta luminosa Compañía yo era tolerado más a razón de mis Años que por cuestiones de Sagacidad o Intelecto; ya que no era un Rival en absoluto para el resto. Mi Amistad con el celebrado Monsieur Voltaire fue siempre Causa de Molestia para el Doctor; quien era profundamente ortodoxo, y solía decir al respecto del Filósofo Francés: «Vir est acerrimi Ingenii et paucarum Literarum».
El Señor Boswell, un pequeño Individuo socarrón a quien yo conocía de hacía tiempo, solía hacer un Deporte de mis extrañas Maneras así como mis anticuadas Peluca y Vestimenta. Una vez, en peor estado a causa del Vino (al que era adicto), se aventuró a ridiculizarme por medio de una Improvisación en verso, que escribió sobre la Superficie de la Mesa; pero al carecer del Apoyo que usualmente recibía en sus Composiciones, cometió un horrible Desastre gramatical. A lo que yo respondí diciéndole que debía evitar Satirizar a la fuente de su Poesía. En otra ocasión Bozzy (como solíamos llamarlo) se quejó de mi Aspereza hacia los nuevos Escritores en los Artículos que preparaba para The Monthly Review. Dijo que yo empujaría a todos los Aspirantes desde lo más Alto del Parnaso si pudiera. «Señor», respondí, «está usted equivocado. Aquellos que pierden la Garra lo hacen por su propio Deseo de Fuerza; pero al tratar de ocultar su Debilidad, atribuyen la Ausencia de Éxito al primer Crítico que los menciona.» Recuerdo con gusto que el Doctor Johnson me apoyó en este Asunto.
El Doctor Johnson no le hacía segunda a Nadie en la empresa por revisar los malos Versos de otros; de hecho, se dice que en el libro de la pobre vieja y ciega Señora Williams hay por mucho un par de líneas que no son del Doctor. En algún momento Johnson me recitó unas líneas escritas por uno de los Sirvientes del Duque de Leeds, que mucho le habían entretenido, mismas que había aprendido de Memoria. Hablan sobre la Boda del Duque, y tanto se asemejan en Calidad al trabajo de otros y más recientes Poetas Idiotas, que me es imposible contenerme de copiarlos aquí:
«Cuando el Duque de Leeds casado esté
Con una joven Damisela de gran Calidad
Qué feliz esa Gentil Mujer va a ser
En la Gracia de Leeds y su buena Compañía.»
Le pregunté al Doctor si alguna vez había tratado de encontrarle el Sentido a esta Pieza; y al responderme que no lo había hecho, me entretuve con la siguiente Enmendadura al texto:
Cuando el Galante LEEDS bienaventurado se case
Con virtuosa Doncella, de antiguo Linaje,
Ha de regocijarse la Virginal con consciente Orgullo
¡Al tener tan Grande Marido al lado suyo!
Al mostrar esto al Doctor Johnson, este dijo, «Señor, ha usted arreglado la Rima, pero no ha puesto Astucia ni Poesía en aquellas Líneas».
Me sería Gratificante hablar más sobre mis Experiencias con el Doctor Johnson y su círculo de Sagaces; pero soy un Hombre viejo, y me fatigo con facilidad. Al parecer mis digresiones carecen de Lógica y Continuidad al embarcarme a recordar el Pasado; y temo que traigo a la luz pocos Momentos que otros no hayan ya discutido. En caso de que mis presentes Remembranzas sean recibidas con vuestro Favor, probablemente en el Futuro ponga sobre papel otras Anécdotas de Tiempos pasados, de los cuales soy el único Sobreviviente. Recuerdo muchas Cosas de Sam Johnson y su Club, ya que mantuve mi Membresía en este por largo tiempo luego de la Muerte del Doctor, cuyo duelo sufrí sinceramente. Recuerdo cómo John Burgoyne, Abogado y General, cuyos Textos Dramáticos y Poéticos fueron impresos luego de la Muerte del Doctor, fue Rechazado por tres Votos; probablemente por su desafortunada Derrota en la Guerra de Las Colonias, en Saratoga. ¡Pobre John! Su Hijo tuvo mayor suerte, creo, y le fue otorgada una Baronía. Pero estoy muy cansado. Estoy viejo, muy viejo, y es Hora de mi Siesta Vespertina.
Gracias por leer LA FICCIÓN DE H. P. LOVECRAFT.
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Gracias por esta curiosidad de HPL que jamás había visto antes. Es realmente un trabajo fuera del tono y contenido habitual de Lovecraft, y aquí parece como un cuento de Borges un poco truncado (por carecer de un final dramático), y presenta en lugar del tono intenso del Lovecraft 'cthuluónico' un tono muy relajado. Una lectura muy buena también, gracias por el esfuerzo.