Es fácil, más de cien años después, ver los cuentos “La bestia en la cueva” y “El alquimista” tan solo como los primeros dos cuentos que escribió Howard Phillips Lovecraft (a los 14 y 18 años de edad respectivamente). Y no hay nada de malo con esto, son, en verdad, los primeros dos cuentos que conocemos del maestro del terror cósmico, pero es una verdad que oculta muchas otras cosas.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que en aquellos primeros años del siglo XX, el joven Howard no soñaba con ser escritor de cuentos de ficción. Dedicaba sus días y sus noches a la investigación científica, cuyos resultados plasmaba en tratados de Astronomía, y otras disciplinas, que él mismo imprimía y distribuía entre sus amigos y familiares a precios que iban desde los 5 hasta los 25 centavos (el precio dependía, sobre todo, de la cantidad de páginas que pasaban por la pequeña imprenta que tenía instalada en el altillo de la casa familiar).
Pero la vida tenía otros planes para el joven de Providence, Rhode Island, ya que sufría de una enfermedad que lo alejaba constantemente de la escuela. En aquel entonces los médicos llamaban “nervios” a esta condición tan particular, pero hoy en día utilizarían otro nombre, uno más acertado, algún tipo de trastorno mental, quizá, que se manifestaba en episodios que su dedicada madre controlaba manteniéndolo en casa bajo su cobijo, con las cortinas y puertas cerradas. Todo esto alejó a Lovecraft de una vida de estudio, lo alejó del entendimiento y el dominio de las Matemáticas, pieza clave en el mundo al que él tanto deseaba pertenecer. Por eso Howard nunca llegó a ser científico.
En medio de sus exploraciones científicas, Lovecraft se aficionó a las revistas de literatura pulp (llamadas así por el papel de pulpa de madera en el que eran impresas para reducir costos), de ahí que sintiera curiosidad por escribir textos dignos de estas publicaciones dedicadas a subgéneros mal vistos por el público general y, especialmente, por la crítica: ciencia ficción, horror y fantasía. Se cree que en aquellos primeros años de vida, Lovecraft escribió más textos de esta índole aunque solo sobreviven dos de ellos. Los demás, el mismo Howard lo aclaró alguna vez en una carta a un amigo, fueron destruídos por él mismo ya que, con el pasar de los años y el aumento de su fama como escritor de ficción, se dio cuenta de que todo lo que había escrito en vida sería escudriñado en el futuro y se avergonzaba de esos primeros intentos, pero no de “La bestia en a cueva” ni “El alquimista”, dos cuentos que son, en esencia, el mismo cuento a pesar de sus múltiples diferencias.
Pero, a pesar de considerar estos textos como algo digno de ser publicado, Lovecraft todavía no sabía que quería ser un renombrado escritor de ficción. Durante 9 años, entre 1908 y 1917, navegó las aguas de la prensa independiente, perteneció e incluso llegó a dirigir varios clubes dedicados a la autopublicación de periódicos en los que escribía sobre otros temas que le interesaban, como la guerra en Europa, por ejemplo, apoyando siempre al lado que la Historia designaría como el lado equivocado (ese del que nacerían los supremacistas, los nacionalistas, los malos del cuento).
Fue en estas publicaciones caseras que sus primeros dos cuentos vieron la luz, y fue tal vez gracias a los comentarios de los ávidos lectores, cuando señalaban que Mr. Lovecraft haría mejor dedicándose a los cuentos de ficción que a sus intentos de periodismo de opinión, que en 1917 iniciaría a escribir ficción con una pasión similar a la que lo movió en su juventud a escribir tratados sobre los movimientos de los astros en el firmamento.
Pero esa parte de la historia la dejamos para otro mes, por lo pronto, el día de mañana, 29 de febrero de 2024, publicaré “El alquimista”, una vez más traducido y narrado por quien hoy les escribe y les da las gracias por leerme y por compartir mi trabajo para que llegue a más y más lectores cada vez, así que no olviden compartir:
Siempre de ustedes:
C. F. Otálora